miércoles, 25 de marzo de 2009

El caso del Juez Garzón pone al descubierto el absoluto déficit democrático del Reino

El caso del juez Garzón pone en evidencia los estrechos vínculos entre política y justicia, sancionados por ley fundamental en 1978, y unas intrigas palaciegas del Reino de España que atrapan a Todos.

Antes de entrar en las polémicas de corral o de la gran parafernalia de la democracia representada por las tertulias políticas de las principales cadenas de Televisión (sobre todo Cuatro, donde están presentes los Partidos mayoritarios a través de sus periodistas, que se hacen pasar por objetivos), hay que analizar quién y por qué los hilos de la justicia se mueven al son de un calculado ritmo marcado por los tejemanejes políticos, y luego se difunde por los medios con milimétrica precisión para lograr los efectos necesarios de la opinión pública.

Esto es, saber qué relación existe entre justicia y política. Ya sabemos de sobra la que hay entre política y mass media, y entre política y economía. Con respecto a la justicia, alguna relación parece que hay, pues las coincidencias son de tal calibre que deben hacer sospechar a cualquiera con dos dedos de frente. Hablo de las siempre oportunas (para algunos) ilegalizaciones masivas de partidos políticos en Euskadi en vísperas de elecciones. Hablo de la sospecha que se cierne sobre el juez Garzón -anteriormente elevado a héroe nacional cuando los partidos del reino estaban de acuerdo con sus procedimientos y ninguno dudaba de su catadura moral- justo cuando dicho juez decide arremeter contra casos de corrupción que, llevados hasta el extremo, sin duda podrían desmantelar un grupo político tan bien armado como el PP, pues en él parece que la corrupción es norma y, si dijeran de tirar de la manta, no se libraría ni el Tato.

Así que vamos a ilustrarnos: Según Ley Orgánica del Poder Judicial, reformada en 2005, para elegir a los magistrados del Supremo y a los presidentes del Tribunal Superior de Justicia (TS y TSJ, respectivamente), es necesaria una mayoría de los tres quintos de los 20 vocales del pleno del Consejo General del Poder Judicial.

Los cargos más importantes de la justicia en el Estado dependen de este órgano: CGPJ. Él promueve y sanciona a los que componen las más dignas y altas filas del Reino de España. Así que, ahora, lo importante es ver qué se ha hecho en dicho Reino para asegurar esa independencia de los poderes. Independencia necesaria, por otro lado, para que el ciudadano confíe en que los políticos son tan iguales, tan ciudadanos, como el resto de los ciudadanos de a pie, esos que no se mueven en las altas esferas ni tienen contactos importantes ni chanchullos de tal relevancia que deban ser sacados adelante a golpe de Ley. Independencia para que, en caso de abuso, los ciudadanos tengan un poder, al menos uno, al que puedan apelar.

Veamos, pues, cómo se ha asegurado esta independencia del CGPJ, órgano clave. Podría, como en otros países, haberse practicado una efectiva división de poderes. Sin embargo, aquí el modelo fue típicamente Ibérico. Recordemos que todos estos sistemas se desarrollaron al amparo de la sobrevalorada (hipersobrevalorada) Transición Española, esa que nos conducía hacia el reino de la libertad, la igualdad y el desarrollo. O, al menos, hacia el Reino, a secas. Este fin último, desde luego, nadie podrá decir que no se cumplió a rajatabla. Todos los implicados en el proceso de la Transición, a parte de la Corona, que se aseguró su lugar privilegiado como garante del Estado Español, de su gloriosa Unidad -ideal para que los españoles no nos metiéramos de pleno en eso de la libertad, sino poco a poco, con mesura, dirigidos, tutelados por el sucesor electo del golpista Franco- fueron partidos políticos.

Da igual ahora de qué color. Todos -a excepción de los que o no estaban legalizados o mostraron su desacuerdo- se lanzaron a por su parte del pastel. Todos decidieron ser pragmáticos y sancionar el invento ese de la Monarquía Parlamentaria con tal de estar ahí -bueno, los republicanos no estaban legalizados todavía, oh gran casualidad- Todos los que pactaron en Moncloa fueron partidos políticos, y crearon una España a su medida, -más a medida de la Corona a partir del ¿fallido? Golpe del 23 F-, medida que, a algunos, con el tiempo y por minoritarios, les ha salido rana. Recordemos en este punto que en la mayoría de ocasiones, por no decir en todas, estos partidos no contaban, en el momento de su legalización, con el apoyo directo de las bases sociales, sino que tal apoyo fue creado a posteriori de su legalización en un contexto democrático a fuerza de propaganda electoral. Los partidos, en este sentido, tuvieron antes el apoyo de las potencias internacionales que el de los mismos españoles, apoyo que, después, les serviría para ganarse al electorado con panfleto, promesa y slogan.

Ahí va: Para que tal órgano funcionase con independencia, se estableció, en 1978, que aquellos vocales designados por las Cortes (8 o 20 en función de los distintos sistemas que se han sucedido en el tiempo) tuvieran el apoyo de tres quintos de los diputados y tres quintos de los senadores.

¿Qué encubre esto? En vez de buscar una independencia verdadera, sólo se lograba que el CGPJ no estuviera influido por un sólo partido político, o dos. Veamos. Esto sería independencia si existiera la garantía de que todos los partidos políticos tienen una representación igual. Esto es imposible, primero porque aquí, en la zona Ibérica, se practica como un deporte eso de la ilegalización. Por otra parte, en un país donde estar o no representado y el nivel de representación, en su caso, depende de los votos, iría directamente en contra de este principio de la democracia representativa (tan problemática como real y efectiva es la directa). O sea, que para que todos los partidos -bajo el supuesto hipotético de que ninguno fuera ilegalizado en el transcurso del tiempo infinito, pues la adscripción al modelo monárquico implica tragarnos a generaciones sucesivas- tuvieran incidencia sobre dicho órgano, partidos en principio sin apoyo popular tendrían que estar ocupando sillones de influencia en el mismo número que los partidos con apoyo. Un disparate.

En fin. Si ya de por sí el sistema es pobre y limitado, pues no garantiza la independencia de la política, sino sólo que la influencia asumida y declarada se reparta entre los políticos -esto es, no sólo no mantiene la independencia de la política sino que pone la justicia en sus manos según Carta Magna (claro, ellos la redactaron)- mucho más trágico resulta el desenlace cuando el espacio político es ocupado totalmente por dos fuerzas mayoritarias. Este y no otro peligro esconden los “Pactos de Estado”, que los comentaristas aclaman como una virtud pero que supone un auténtico cáncer.

No quedan vinculados los jueces a un partido en concreto, sino a la política en general, política que, a la larga, se concentra en manos de dos grandes partidos: PSOE y PP. Estas pasadas elecciones vimos cómo la derecha, con el lobo del comunismo y la crisis, aumentaba su representación tirando de los sectores más extremos, a la vez que el PSOE, con el lobo del franquismo y la ultraderecha, conservaba la suya. Gracias a los lobos de una parte y de otra, inundaban la estadística de azul y rojo. Desde entonces, hemos visto desacuerdos que han paralizado literalmente los órdenes más supuestamente independientes de la Justicia del Reino.

Hoy, en el patio de porteras de la cadena de Televisión Cuatro, en su apartado de política (jajaja) un representante del grupo VOCENTO al que le interesa la mancillada imagen del juez, decía: ¿Van ustedes a poner en duda la imparcialidad del Poder Judicial en España? Y todos contestamos: por supuesto que no. No porque exista un sistema legal que garantice tal independencia, sino porque en España seguimos siendo católicos y tenemos fe en la buena voluntad de los jueces. Es decir, que pudiendo politizarse el sistema judicial de hecho y de derecho, confiamos, ciegamente, en que no lo haga. Igual que confiamos en nuestro Rey, quien sólo entra en la Carta Maga para que quede claro que ni a él ni a su familia lo atrapa ley alguna (contradicciones de toda Constitución con Soberano). Aquí todo es cuestión de que, quienes nos gobiernan, sean benévolos y tengan misericordia de nosotros. Otra vez, podemos ser considerados españolitos a la vieja usanza.

Con este desaguisado, hoy leíamos en los periódicos que el CGPJ abría una investigación al Juez Garzón por ingresos en New York a través del Banco Santander, por unas conferencias que, desde luego, pagan bien. Sucedió entre el 2005 y el 2006, por 203.000 dólares (un huevo de euros y no digamos de pesetas) Parece ser que no avisó de tales ingresos, así que siguió cobrando su sueldo. El ex-ministro de la Gerra Federico Trillo, aquel cuya catadura moral nadie pone en duda (cuestión de fe, no de justicia) y que iba diciendo aquello de que le dieran un euro por pregunta sobre la Guerra de Irak, soltaba hoy otra perla: que el juez, lo que debe hacer, es desaparecer. Desde luego, se dice, sus 203.000 dólares no pueden compararse con los modestos regalos que le hicieron al de Valencia (aunque, entre nosotros, seguro que fue algo más que unos trajes, pues yo sí dudo, y mucho, de la catadura moral de TODOS los que nos gobiernan. En fin, no tengo FE, soy un ateo, no creo en la benevolencia de esa pluralidad de dioses que nos vigilan y gobiernan según sus caprichos e intereses de casa de Gobierno, del Olimpo. No quiero fe, sino certidumbre)

¿Qué debemos pensar los vasallos del Reino? ¿Que Garzón está corrupto? ¿Que lo está el PP? ¿Que sólo es otra de las sucias campañas de imagen llevadas adelante por el PP a través de sus medios y que tan buenos resultados les ha dado en las autonómicas? ¿Que Garzón es bueno cuando ilegaliza partidos de izquierdas en Euskadi, pero no cuando arremete contra el PP? ¿Que arremete contra el PP instado por el PSOE? ¿Que lo hace por un elevado sentido de la justicia? ¿Que PSOE y PP están intentando hundir a Garzón porque el PP ha salido ganando la partida al PSOE y tiene a éste cogido por los huevos? ¿Que todos están corruptos hasta las entrañas? ¿Que la culpa la tiene Bermejo? ¿Que no la tiene nadie? ¿Que los noticiarios no son más que un correlato de los intereses de partido que, además, manipulan la opinión pública desde el aparato de televisión? ¿Que en la casa de las dagas voladoras las ostias pueden venirte de cualquier parte, e incluso de todas a la vez, y que no te libras ni siendo Garzón?

¿Todas las anteriores opciones a la vez?

¿Ninguna?

¿Si?

¿No?

¿A veces?

Hagan sus apuestas y añadan alguna que otra posibilidad más. La que se les ocurra, sin miedo, no tiene por qué estar fundada, y les diré por qué:

Porque: La política en España es tan antidemocrática, la división de poderes tan ficticia, tan sectaria, la basura alcanza a tantos políticos, a tantos jueces, a tantos empresarios y banqueros forrados, el déficit democrático es tan evidente, el Estado de Derecho ha reservado eso del Derecho tan para sus propios líos turbios de clase, es todo tan sumamente chabacano, tan escandaloso, tan bananero, que los españoles sólo podemos especular, hacer cábalas sobre qué pasará en las sombras de los pasillos del Castillo de España, en sus rincones a oscuras, qué tramas se estarán urdiendo entre bisbiseos, a qué príncipe apuñalarán el siguiente para ocupar su cargo, quién será la víctima de la codicia del próximo trepador. Y todo esto tutelado por nuestro magnífico Rey.

Su cábala puede ser un disparate, pero no por ello puede usted ser tachado de incompetente. En Sombras y Tinieblas, a Woody Allen le dicen que forma parte de un plan, pero no le cuentan nunca en qué consiste. Él, claro, lo va haciendo todo mal, pues desconoce el famoso plan. Cuando le reprochan ser un incompetente, él contesta: “no tengo la información necesaria para ser un incompetente”

Es política y además de la buena, de la secreta, así que todo vale. Es política con dos caras, una para afuera, sonriente y amable, limpia, casta y santa, que en todas las materias nos pide fe y confianza (judicial, económica, laboral), y otra para adentro, sórdida y llena de traidores. Sólo podemos hacer cábalas porque sólo hay intriga palaciega. Eso, con el siguiente peligro: que al hacer cábalas con los datos de que disponemos, y siendo estos datos difundidos por los mismos poderes que nos gobiernan, quizá, sin saberlo, estemos posicionándonos a favor de algún poder, sin saberlo, es decir, dejando que los dioses del Olimpo se expresen a través de nosotros para poner sus ideas en circulación a través de nuestra ingenua boca, sin permiso, claro.

La verdad, a mí, a estas alturas, me da igual que Garzón sea o no honrado. No quiero decir nada ni defender a nadie, no vaya a ser que esté haciéndole el juego sucio a un poder que ni conozco, ni deseo conocer.

Yo, llegados a este punto, sólo creo que en la realidad de millones de parados.

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